Educación para convivir

El objetivo del programa Letras contra la violencia, educación para convivir es proponer, mediante la lectura crítica y el teatro, un esquema de educación integral que fomente los valores de igualdad con el fin de modificar, en los jóvenes de secundaria y preparatoria, las actitudes discriminatorias o violentas de la vida cotidiana.

Para presentarlo, primeramente debemos hablar de la importancia de la familia y de la educación, ya que la casa y la escuela son los primeros espacios en donde los niños aprenden a convivir con los demás día a día; donde se engarzan los primeros sentimientos, de intolerancia o de armonía, que propician que una persona se desenvuelva en peores o en mejores circunstancias. Buena parte de lo que somos, de la personalidad que nos define, se conforma en el ambiente, tanto familiar como escolar, que nos ha tocado vivir y que ha enriquecido, o empobrecido, cada singular existencia.

De tal forma, para alcanzar el propósito de nuestro programa es fundamental la colaboración de los educadores y de los padres de familia. Ellos son quienes deben transmitir a los chicos que la armonía y la concordia son códigos de una vida digna. Cuando existe violencia y desigualdad en casa se vejan los valores básicos de las personas, aquellos principios bajo los que se fundamenta el orden democrático y social.

En estos tiempos, donde al parecer la intimidación se ha enraizado en el espíritu de los mexicanos, resulta urgente esbozar maneras y actitudes que propicien una nueva cultura cívica de igualdad. Se debe enseñar a niños, niñas y jóvenes a ver y entender lo que ocurre en su entorno, ya que en el mundo que les rodea, desde su contexto más cercano, aprender a ver constituye un ejercicio fundamental de civismo, ética y libertad.

A la pregunta de qué hacer para mitigar la avalancha de actos violentos que nos asedia en el país, la respuesta es “empezar por nosotros mismos”. Iniciar por la transformación de aquello no deseable que tenemos más próximo. Observar, analizar y comprender la violencia en su dimensión real y personal; rechazar los actos cometidos en perjuicio de los más débiles, en las casas y las escuelas, ya que lesionan a la sociedad en su conjunto. Es decir, reflexionar y considerar el circuito de actitudes violentas que generamos, aunque sin procurarlo, y que nos convierten a veces en verdugos y a veces en víctimas.

En la actual sociedad mexicana es urgente desarrollar programas culturales-educativos eficaces de prevención que fomenten valores de igualdad y promuevan la reflexión sobre formas no violentas de resolución de conflictos, tanto dentro de casa como de las escuelas mexicanas.

Hemos dirigido Educadores sin fronteras a profesores y estudiantes, ya que la escuela sería el espacio ideal de donde podrían surgir sentimientos que planteen una nueva forma de actuación cívica.

Las obras clásicas de la colección, en su mayoría lecturas de secundaria y preparatoria, las hemos seleccionado a partir de los programas académicos de las materias de Humanidades: Literatura, Ética, México contemporáneo, Lengua, Arte, Civismo, Desarrollo integral.

Proponemos ampliar el horizonte educativo de estas asignaturas para construir una ética individual que fomente una nueva forma de encontrarse con los otros. Presentar a los estudiantes y sus familias obras de teatro que conlleven un modelo ecuménico de justicia. Diría Aristóteles: “instruir en el juicio sobre lo que es justo”.

No es fácil. Bien sabemos que en México existe una alta indolencia respecto al maltrato. Hoy algunos estudiantes valoran las disputas como sucesos admirables y ejemplares, al grado de que la mayoría de los jóvenes han aprendido desde pequeños que la violencia es la forma más eficaz de resolver conflictos.

Sin embargo, si a pesar de estas circunstancias históricas y sociales los educadores son capaces de proponer a los alumnos y padres de familia, de manera constante y directa, valores como la solidaridad, el equilibrio del poder, la tolerancia, la equidad o la corresponsabilidad, estaremos apuntando a un horizonte posible de desarrollo.

Junto a este panorama de violencia debemos ostentar, en el seno de la educación, la palabra paz. Pongamos énfasis en la enseñanza de palabras como justicia e injusticia, como bien y mal, como verdad y falsedad, como egoísmo y altruismo. El que los estudiantes aprendan estos términos, poder dialogar en torno a ellos, empezará a delimitar el terreno para construir un buen futuro para el país.

Silvia Garza
Educadores sin fronteras


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