¿Qué es la violencia de género?

En la actualidad el fenómeno de la violencia sexista se ha considerado una cuestión pública y no un mero asunto privado. Precisamente la reconceptualización de tales sucesos en esos términos ha sido primordial para comprenderlo en sus dimensiones reales. En muchos países, en el ámbito educativo esta misma línea de pensamiento ha permitido la aparición de políticas públicas que han incorporado la perspectiva de género como categoría de análisis, y que consiste en hacer visible el sistema sexo-género vigente según los estereotipos tradicionales por el que las mujeres están en clara desventaja con los hombres desde el nacimiento y por el que niñas y niños al incorporarse a la escuela sufren una socialización diferencial. Reconocer este hecho en la posterior elección profesional y vital de las mujeres, implica tomar conciencia de la necesidad de medidas específicas para avanzar en la igualdad de los sexos, eliminar el paradigma patriarcal y erradicar la violencia de género, concentrando la atención en la igualdad de oportunidades educativas y de acceso al mundo laboral.

Del maltrato al concepto de violencia de género

La violencia y el maltrato hacia las mujeres existen desde siempre. La violencia contra la mujer es endémica a casi todas las sociedades patriarcales y se ha venido desarrollando desde los comienzos de la Grecia clásica e incluso antes. Han sido 5000 años de sufrimiento oculto. El reconocimiento de los comportamientos violentos contra las mujeres como un fenómeno social sistemático que persiste en el mundo moderno, es algo muy reciente. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, no contemplaba la violencia física, sexual y psicológica del hombre hacia la mujer en la familia y en la sociedad en general. Había una tendencia a pensar que la violencia contra la mujer era anacrónica y esporádica en la sociedad moderna. Fue hasta diciembre de 1993 cuando la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la “Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer”. Desde entonces la violencia contra la mujer por razón de sexo es reconocida como un problema social y también de salud pública al detectar la Organización Mundial de la Salud, poco después, en 1996, el aumento de la incidencia de lesiones intencionales que afectaban sobre todo a mujeres y niñas.

Con la expresión “violencia de género” término difundido a partir del Congreso sobre la Mujer que se celebró en Pekín en 1995, se hace referencia precisamente a ese tipo de violencia, tanto física y psicológica que se ejerce contra las mujeres por razón de su sexo, basada en su supuesta inferioridad biológica y moral frente a los hombres. Para muchos esta expresión es un eufemismo, una forma de no llamar a las cosas por su nombre, una manera de expresar con suavidad las agresiones brutales contra las mujeres. Sin embargo, constituye un principio esperanzador porque sólo lo que se nombra tiene presencia, existe y merece ser esclarecido y combatido.

En Mexico han acuñado también el término “feminicidio”para designar el asesinato de las mujeres en un intento de desarrollar una conciencia crítica sobre la violencia de género presente en su realidad inmediata y animarles a actuar en consecuencia con ella. Desde entonces la violencia contra las mujeres producto de una socialización de género y de la pervivencia de esquemas psicosociales sexistas, ha dejadode calificarse como crimen pasional, conflicto privado o asunto de honor para definirse como lo que es, una conducta criminal inaceptable socialmente, punible y perseguida con contundencia por la ley.

Sexismo y violencia

La violencia es el medio de poder más primitivo que existe y todos estamos expuesta a ella, pero afecta siempre al elemento más débil de la pareja, por eso en la violencia de género el factor de riesgo es ser mujer. En una relación de maltrato, una amenaza de un hombre pone en situación de riesgo real a la mujer; en el caso contrario no sucede lo mismo. Son las mujeres las que mueren, no al revés y este hecho refleja las desiguales relaciones de poder entre los sexos que existen en nuestra sociedad. Los agresores creen en la supremacía del hombre y en la inferioridad de la mujer y que, como hombres, tienen el poder dentro del sistema familiar y desean mantenerlo, usando para ello la violencia física, la agresión sexual o el acoso moral.

La violencia de género repite siempre el esquema dominio–sumisión. Esa manera de sentir, pensar y actuar en contra de las mujeres se llama sexismo. La violencia contra la mujer afecta la libertad, la dignidad, el derecho a la vida y es una violación de los Derechos Humanos. La mujer forma parte de la sociedad civil con todos los derechos y los deberes de los ciudadanos, la labor de la justicia es importante para garantizar el respeto a los derechos humanos y la defensa de los valores de libertad e igualdad para todos.

Alfabetización de género: currículo formal, oculto y omitido

Se entiende por género las expectativas sociales sobre la conducta que se considera apropiada para los miembros de cada sexo. Género no se refiere a los atributos físicos sino a los estereotipos socialmente formados de la masculinidad y la feminidad. Se debe incidir en la afabetización de género, en cuándo y porqué surge la cuestión de género, qué supone y cuál es la importancia de la educación para evitar discriminaciones y prejuicios de género. La educación para ser generadora de cambio social debe ser algo más que escolarización. La educación es fundamentalmente aprender a convivir, aprender a participar y a construir la convivencia. Un cambio cultural de esta índole exige esfuerzos sostenidos y presupuestos institucionales para proyectos de formación docente que reconozcan las desigualdades sociales procedentes de la construcción cultural de los géneros.

Los centros educativos pueden ser escenarios donde se refuercen los estereotipos de género o pueden también dinamizar prácticas didácticas que produzcan transformaciones ligadas a la equidad. Fue en la década de los ochenta cuando se destacó la importancia de los aspectos socializadores del currículo formal y oculto en una educación no sexista, sin embargo sólo recientemente se presta atención a la necesidad de desvelar el currículo omitido en una educación para la igualdad.

Entre los ejemplos de refuerzos discriminatorios podemos señalar:

  • El currículo formal que utiliza libros de textos y materiales didácticos donde las mujeres no son visibles
  • El currículo oculto que reproduce esquemas psicosociales de género entre docentes y alumnado (roles y/o actitudes que se suponen a niños/niñas o a chicos/chicas)
  • El currículo omitido que no plantea cuestiones cotidianas de maltrato hacia las mujeres como la violencia de género

Por el contrario como ejemplos de buenas prácticas educativas que promueven la equidad podemos señalar:

Currículo formal realizar un análisis de los estereotipos sexuales en los libros de texto, en la prensa y en la publicidad. En general las investigaciones sobre los libros de texto demuestran la invisibilidad femenina como nota característica y cuando se visualiza a las mujeres es siempre a través de roles de servicio. La preocupación por los materiales didácticos no sexistas debe comenzar en la educación primaria Lo doméstico ha de considerarse materia de estudio, como un ámbito laboral más que produce servicios para el grupo familiar y comprende numerosas tareas: mantenimiento de la casa, preparación del alimento, faenas de limpieza, atención a las necesidades materiales, afectivas y psicológicas de todos los miembros de la familia. Junto a este análisis, es necesario también ejercitar a ambos sexos en habilidades de autonomía doméstica y ayudarles a reelaborar el discurso de los sentimientos, trasmitiéndoles que cuidar a un bebé o atender el mantenimiento de un hogar no es ni femenino ni masculino, sino humano. En secundaria hay que eliminar el mito del universalismo masculino en todos los ámbitos del saber e incluir la perspectiva de género en todas las disciplinas académicas desde la transversalidad, del mismo modo que se hace con la paz, la salud o la ecología.

Currículo oculto revisar los comportamientos y cambiar los códigos y formas de lenguaje docente hacia niños y niñas y jóvenes, en consonancia con un lenguaje y actitudes no sexistas. El currículo oculto plantea dinámicas escolares que reflejan las relaciones sociales entre los géneros y tiene como consecuencia observable el que los géneros obtengan logros distintos en matemática y lenguaje, feminizándose los grupos de humanidades. Estadísticas recientes muestran cómo en la universidad las mujeres representan un tanto por cien elevado. Esto podría hacernos concluir que se ha logrado la igualdad en los estudios universitarios sin embargo en realidad sigue existiendo segregación de género tal como queda reflejado en la elección de carreras diferenciadas. Las carreras feminizadas son menos prestigiosas, a la vez que se observa ausencia de mujeres en puesto de responsabilidad. En Enfermeria, Magisterio y Psicología se imparten los estudios considerados más feminizados, relacionados con las áreas de atención, cuidado y educación. Por el contrario los centros más masculinizados son los que imparten estudios técnicos y son fundamentalmente: Informática, Ingeniería del Diseño o Telecomunicaciones. Las mujeres son más en la universidad pero no estudian las mismas titulaciones y esto repercute en su inserción profesional. Esta segregación horizontal incide negativamente en las mujeres dado que las profesiones feminizadas tienen menor prestigio social. Pero existe también la segregación vertical que se observa al comprobar que las mujeres están en posiciones de menor categoría y menor reconocimiento académico. En los puestos de gestión, la situación se reproduce: el número de mujeres que participan en los puestos de toma de decisiones es minoritarios. Sensibilizar a los jóvenes de educación secundaria obligatoria y post obligatoria en la segregación horizontal y en el fenómeno conocido como “techo de cristal” (por el que el poder al ser masculino se perpetúa en masculino) debe ser objetivo de tratamiento didáctico desde la transversalidad y también desde la orientación pedagógica.

Currículo omitido Nombrar y designar la violencia de género como lacra social y problema de Estado y de salud pública. Todavía hoy el acoso por razón de sexo que consiste en tratar a la mujer de un modo distinto por ser mujer, con observaciones o comportamientos sexistas, existe como una forma de hostigamiento en aumento. Los golpes, el abuso sexual de las niñas en el hogar, la violencia relacionada con la dote, la intimidación sexual en el trabajo, la mutilación genital, la privación arbitraria de la libertad, el tráfico de mujeres y hasta la violencia física y sexual tolerada por algunos Estados, se producen todos los días. Es necesario informar cómo la Ley considera delito tales conductas criminales. En España, por ejemplo, se debe informar de la Ley contra la Violencia de género de 2004 y de la Ley de Igualdad de 2007. La violencia sexista ejercida sobre las mujeres no puede ser omitida del currículo y ha de ser tratada pedagógicamente desde la transversalidad, la mediación escolar o la acción coordinada del Plan de Acción Tutorial de centro, con la colaboración de agentes sociales externos como personal sanitario de centros de salud adscritos al entorno donde esté ubicado el centro educativo y también con la incorporación de profesionales de la justicia.

Tipos de violencia: física, sexual y psicológica

Las campañas de prevención en salud pública implican y vinculan a los colectivos de salud y educación. Un esfuerzo inicial de tal característica habría de hacerse en estos momentos con respecto a la prevención de la violencia de género. Habría que informar desde la escuela, desde los centros educativos, y con la vinculación de profesionales de salud y de justicia. Hay que explicar a los niños y a los jóvenes que el derecho a la integridad física significa que nadie puede dañarnos, ni forzarnos mediante amenazas a hacer cosas que no queramos hacer. Y que el derecho a la dignidad significa que nadie puede humillarnos con insultos, burlas o palabras ofensivas.

Se piensa que la mujer maltratada es aquella que tiene pocos recursos económicos, que procede de un entorno sociocultural bajo, a quien su marido le da palizas y golpes. Sin embargo la violencia de género se extiende a todos los niveles sociales y los agresores son de todas las nacionalidades, ideas políticas, credos religiosos, profesiones y niveles culturales. A menudo el prestigio social se identifica con el prestigio humano pero no siempre es así. Ahora emergen sobre todo los casos de violencia física contra las mujeres que proceden de las esferas más desprotegidas socialmente.

Violencia física

La violencia que se ejerce contra la mujer puede ser física, psicológica y sexual. La violencia física es cualquier acto, no accidental, que produce daño en el cuerpo de la mujer. En general los maltratadores eligen aquellas partes del cuerpo menos visibles a las miradas como son los muslos, la espalda, el vientre o las costillas. Las palizas y los golpes que propinan a las mujeres pueden ocasionarles hematomas, arañazos, contusiones, quemaduras, fracturas, rotura del tabique nasal, pérdida del feto, de la visión o de la audición. La brutalidad masculina en el hogar comienza cuando se cierra la puerta y es tan inimaginable que muchos no se lo pueden creer.

Violencia psicólógica

Consiste en desestabilizar moralmente al otro, en minar su autoestima y hacerle dudar de sí mismo. El agresor rechaza la comunicación con la mujer a través de miradas y gestos despectivos, le prohíbe que vea y hable con personas determinadas, le aísla y cuestiona sus decisiones, le asigna tareas degradantes, le controla las salidas de casa, le insulta, le hace parecer estúpida, da a entender que tiene problemas psicológicos, ridiculiza sus opiniones, le humilla en público, le limita y retiene el dinero, se mofa de sus gestos, de su voz; en definitiva, la trata como si no existiera. Las amenazas pueden ser coerciones verbales directas o bien indirectas, con insinuaciones hostiles.

Violencia sexual

Existe cuando se le impone a la mujer una relación sexual contra su voluntad. Muchas veces esas tres formas de violencia (física, psíquica y sexual) se encuentran unidas. En los menores, los abusos sexuales se refieren a aquellas conductas como tocamientos y exhibiciones que un adulto realiza para su propia satisfacción sexual, con una niña o adolescente, mediante chantaje emocional, engaños y amenazas. Cuando los abusos sexuales los comete el padre o cualquier pariente cercano se llama incesto. Lo habitual es que el padre no sienta que está cometiendo un delito, incluso puede creer que está en su derecho. Esto es un ejemplo más de la pervivencia de la mentalidad patriarcal.

Campañas de información: justicia y sanidad

Toda acción en la que se fuerce la voluntad de una persona y se le obligue a hacer algo que no quiere, es violentarla. El Código Penal español sólo considera delito cualquier lesión que para la sanidad requiera tratamiento médico o quirúrgico. El Código Penal establece también que ha de castigarse a los que causen a otro una amenaza, injuria o vejación injusta de carácter leve. Además las penas se agravan cuando la víctima es el cónyuge o, en general, una persona integrada en el núcleo de la convivencia familiar. El artículo 153 del Código Penal contempla la falta por malos tratos cuando la acción cause menoscabo psíquico, maltrate de palabra o de obra a otro sin causarle lesión que necesite asistencia médica y cuando amenace de modo leve a otro con armas y otros instrumentos peligrosos.

Son consideradas víctimas de la violencia doméstica el cónyuge, ex cónyuge y las relaciones y uniones que conviven o han convivido en un tiempo anterior. También en las relaciones en las que no hay convivencia como en el caso de los novios y los ascendientes, descendientes, hermanos, menores y cualquier persona amparada en el núcleo de la convivencia familiar. Los más vulnerables siempre son los más débiles: los menores, los ancianos y las mujeres que se encuentran en una situación de precariedad económica porque se han desvinculado del mundo laboral ya que siempre se han dedicado al cuidado de su familia.

Para defender a la mujer y a la familia frente al agresor, y para que recuperen la sensación de seguridad ante posibles represalias existen las ordenes de protección. La orden de protección se obtiene y se ejecuta con la mayor urgencia posible, pero la efectividad depende de la articulación y coordinación entre la actuación judicial y policial. Puede ser solicitada por la misma víctima o por aquellas personas que tengan alguna relación de parentesco o proximidad afectiva. Puede presentarse la solicitud en cualquier Comisaría de Policía, en el Juzgado, en las Oficinas de Ayuda a la Víctimas, en los Servicios Sociales y también puede ser acordada por el Juez o instada por el Ministerio Fiscal. Depende de la gravedad de los hechos y pueden ser medidas cautelares del tipo de prisión provisional, prohibición de aproximación, prohibición de residencia, prohibición de comunicación y retirada de armas. También son posibles las medidas provisionales de carácter civil como la atribución del uso del domicilio familiar, la determinación del régimen de custodia, visitas y comunicación con los hijos menores, el régimen de prestación de alimentos y cualquier otra actuación que se considere oportuna para apartar a la mujer y al menor de un peligro.

Siempre que la relación sexual ocurra con intimidación y violencia, se está atentando contra la libertad sexual de la persona, por eso también se considera que existe violación en las relaciones sexuales no deseadas aunque el compañero sexual sea el cónyuge o el novio. De hecho más de la mitad de las violaciones se producen por personas del entorno de la víctima. Cuando una niña o una joven ha sido violada debe contar lo que le ha ocurrido, pedir ayuda de inmediato y acudir, sin lavarse ni cambiarse de ropa, al servicio de ginecología de un hospital o centro de salud cercano. En muchas ciudades es el mismo personal sanitario, quien avisa a la policía y presenta el informe médico que se utilizará luego en la denuncia por violación. Cuando la víctima es menor de edad o es una persona discapacitada, la violación ha de denunciarla el familiar cercano, el representante legal o el Ministerio Fiscal. Es importante que le hagan la prueba del V.I.H./SIDA y de la Hepatitis B.

Las víctimas de cualquier agresión reciben atención social desde los Servicios Sociales Generales. Las víctimas de violencia de género la reciben desde los Servicios Sociales Especializados que son más específicos y que se dirigen a sectores de riesgo de la población. En ese caso están las mujeres que sufren malos tratos, carecen de apoyo familiar y no tienen recursos personales para afrontar una proyección de futuro. Reciben varios tipos de ayudas y en España se ha habilitado a nivel nacional el teléfono 016 de atención inmediata a las víctimas de la violencia machista.

Hay que saber detectar el maltrato a tiempo, pedir ayuda médica, jurídica. Hay que asesorarse bien y para ello el centro educativo a través del Departamento de Orientación debe trabajar coordinadamente con Servicios Sociales, centros médicos de la zona donde esté ubicado y la policía. Hay que saber acompañar, saber escuchar, ser empático, comprender que las víctimas sienten rabia, que se creen culpables, que tienen vergüenza por lo que les ocurre y mucho miedo por las represalias. Pero tampoco es bueno victimizar a las mujeres (niñas o jóvenes), ser víctima no le gusta a nadie pero exime de toda responsabilidad por eso en todo proceso de recuperación es muy importante hacerse responsable y para ello hay que ayudarles a que saquen sus propios recursos, a que confíen en sí mismas, a darles herramientas para que se valoren y sepan protegerse del agresor desarrollando intolerancia ante cualquier abuso.

Campañas de formación: el papel de la educación

Las campañas de sensibilización para que la opinión pública tome conciencia y luche contra la violencia doméstica son efectivas si se acompañan de programas de formación. Hay que formar en valores antidiscriminatorios a todos los colectivos relacionados con el problema: médicos, sanitarios, profesores, abogados, jueces, policías. La información trasmitida en la escuela, aún siendo importante, por sí sola tampoco es suficiente. La información debe acompañarse de formación y la educación debe de trasmitir los valores de respeto, igualdad y libertad, enseñando a resolver los conflictos de forma pacífica. La violencia se aprende, la mayoría de los maltratadores han sido antes maltratados o han presenciado cómo su padre o alguna persona cercana agredía a su madre y hermanos. El niño maltratado aprende a resolver los conflictos usando la violencia y cuando es adulto, repite el modelo que aprendió en la infancia. La violencia no es una forma civilizada de resolver los problemas, hay técnicas que enseñan a controlar la frustración y a no descargar la tensión en casa con la familia y los hijos. Es necesario enseñar habilidades sociales y comunicativas. La violencia es nociva para la convivencia y al igual que se aprende, se puede desaprender. Tanto los agresores como las mujeres maltratadas deben cuestionarse la educación que han recibido y la socialización de género que han sufrido. Este enfoque preventivo es necesario pues sólo con medidas punitivas se consigue bien poco. Existen por ejemplo programas diseñados para aquellos maltratadores que han sido condenados por agresiones leves y a menos de dos años de cárcel. También existen escuelas de madres para que las mujeres maltratadas no repitan el mismo esquema de sumisión con sus hijos y éstos acaben abusando de ellas como lo hacía el padre. Se les enseña a poner límites y normas, a no ser permisivas con el abuso y con la violencia que se ejerza sobre ellas. Cuánto más pequeño sea el niño en el momento de la separación, mayor éxito tienen estos programas de educación y más efectiva será la prevención de la violencia de género.

Es muy importante admitir las propias emociones y saber expresar qué es lo que nos molesta, nos produce desconcierto, miedo o sorpresa. Es natural que ante lo diferente sintamos extrañeza y la primera diferencia visible entre las personas es el sexo. Cuánto más abiertos estemos a admitir nuestras emociones, más habilidad desarrollaremos para comprender los sentimientos de los demás. La empatía es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, sintonizar y comprender las emociones ajenas y actuar en consonancia. Los mensajes Yo, la escucha activa, la comunicación asertiva…… son técnicas que facilitan la resolución pacífica de los conflictos. Uno puede sentir rabia o ira pero el problema nunca está en los sentimientos ni en las emociones, sino en los comportamientos. Son los comportamientos los que son aceptables o inaceptables. Y un comportamiento es inaceptable cuando dañas a los demás o cuando se daña uno a sí mismo. Ese es el límite y en cualquier proceso educativo el concepto de límite es básico y hay que tenerlo muy claro.

La función de la educación es la de contrariar nuestros deseos e impulsos nocivos, sólo así se adquiere y se estructura la personalidad social. La capacidad de detectar e identificar sentimientos y motivos de las personas ayuda a establecer un equilibrio interpersonal. La empatía es precisamente la capacidad de identificar y entender nuestros deseos y los de los demás y responder (reaccionar) de forma apropiada para canalizarlos en pro del interés común. Nuestras actitudes no son gratuitas, se aprenden, una multiplicidad de factores (genéticos, familiares, culturales) han podido conducirnos adoptar actitudes de intolerancia, inseguridad y rechazo. El control y el aprendizaje de actitudes interpersonales que favorezcan la habilidad de entender a otras personas y mejorar la capacidad de colaboración, es posible siempre que desterremos la falsa espontaneidad de los comportamientos (“yo soy así y no puedo cambiar”) y aceptemos que la educación debe prever los posibles desajustes en el desarrollo afectivo de las personas y proponer alternativas pedagógicas que eviten futuras inadaptaciones sociales de género.

La inteligencia emocional en la adolescencia

El aprendizaje de la habilidades metaemotivas no debe interrumpirse en la pubertad y en la adolescencia. En los jóvenes el respeto y el valor de la igualdad se les debe haber trasmitido ya y debe formar parte de su manera de pensar, de sentir y de actuar. Si a un chico de 14 años hay que explicarle por qué no debe de tratar con violencia a las mujeres, es que algo ha fallado en su formación como ciudadano. Y aunque en las etapas previas de la infancia, la formación se haya abordado desde la coeducación y la igualdad de los sexos, no está de más continuar reforzando los valores de una ciudadanía cívica, sin olvidar que el esfuerzo debe ser más reflexivo, enseñándoles a analizar las causas de la desigualdades entre hombres y mujeres, ayudándoles a desvelar críticamente los mecanismos de socialización de género.

Para ello hay que enseñarles que la violencia contra la mujer es una violencia sistémica, es decir generada por las propias estructuras sociales que fomentan las desigualdades entre individuos y grupos y les impiden satisfacer sus necesidades fundamentales como personas. La violencia y la discriminación directa ocurre cuando se produce un trato desfavorable en virtud de condiciones que no lo deberían ser, por ejemplo cuando se despide del trabajo a una mujer por estar embarazada o cuando no se contrata a un hombre por ser de una religión o de una raza determinada. La violencia indirecta es más difícil de detectar porque supone un trato aparentemente neutral cuando en realidad las consecuencias de ese trato vienen determinadas por una discriminación social enmascarada. Por ejemplo la hora del trabajo parcial se paga menos que la hora de la jornada completa y esto supone una discriminación estructural en términos de desigualdad de poder entre los sexos pues al analizar las estadísticas se comprueba que son las mujeres las que atienden a los niños, a los enfermos y a los ancianos y que ese es el motivo por el que prefieren la jornada parcial a la completa. Cambiar este estado de cosas sólo es posible si se proclaman políticas que persigan combatir la violencia y desigualdad sistémica hasta conseguir un nivel elevado de armonía y justicia social.

Conclusión

Eliminar los prejuicios, las expectativas y la violencia de género exige un cambio cultural con esfuerzos sostenidos y presupuestos institucionales para proyectos educativos. Las campañas de información de todos los colectivos implicados (sanidad, justicia, servicios sociales) son importantes y no deberían realizarse de forma aislada en los centros educativos si se quiere obtener un impacto significativo en la dinámica social. Si un niño o un joven no entiende por qué las víctimas de la violencia sexista son equiparables a las víctimas que sufren delitos contra los derechos humanos, es que algo ha fallado en su formación ética. Y en ello estamos comprometidos todos: familia, escuela y sociedad. Los jóvenes y también los adultos, han de tomar conciencia de cómo las relaciones sociales han sido construidas históricamente desde la desigualdad entre los sexos y saber que el curso de la Humanidad es una narración con sentido, cuyo punto de inflexión reside en la Declaración Universal de los Derechos humanos.

La violencia contra las mujeres es una de las más degradantes violaciones de los derechos humanos y un obstáculo para el bienestar social. La violencia de género en las sociedades modernas es un problema social y de salud pública, que no guarda relación con el humanitarismo sino con el humanismo. Las mujeres no son un colectivo de damnificados que deban recibir ayuda como si la violencia que se ejerce sobre ellas procediera de una catástrofe natural. Las mujeres son una parte de la Humanidad, son un sujeto histórico colectivo que han contribuido a plasmar los valores del pensamiento político de la modernidad y en plena igualdad con los hombres, reivindican su derecho a la dignidad, a la integridad física, a la educación, al trabajo y a la salud. Todos los educadores sabemos que educar a una persona es un gran desafío y un trabajo arduo y difícil, el trabajo, en definitiva, de mantener una cultura que nos recuerde que los afectos y los sentimientos son el mayor patrimonio de la Humanidad en el convencimiento de que, según palabras de Madeline Albright (Beijing,1995):

“…. ninguna sociedad puede avanzar si la mitad de su población se estanca”.


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