Realidad sobre el maltrato y el abuso sexual infantil

Solemos enseñar a los niños y niñas que deben obedecer a las personas adultas, ya que los adultos siempre tienen la razón y saben lo que está bien; sin embargo, no todos los adultos merecen la confianza y el respeto de los más pequeños y casi nunca los alertamos a defenderse de ellos, menos aún cuando ese adulto es una persona cercana.

En el mundo, millones de niños y niñas son maltratados y/o abusados por quienes son responsables de cuidarles y protegerles. Un ejemplo de ello es la utilización del castigo físico como un modo correctivo de la conducta que, hoy en día, en muchas familias se sigue empleando. Las agresiones en el seno familiar, por sí mismas, atentan contra la concepción socialmente compartida de la familia como un espacio de comprensión y apoyo mutuo; situación que provoca fuertes restricciones emocionales y cognitivas en la comunidad a la hora de identificar, señalar o modificar estas situaciones.

Lamentablemente, el mensaje que recibe el niño o niña víctima del maltrato y/o del abuso es que la agresión y la violencia son comportamientos aceptables y que las conductas abusivas y de sometimiento son un modo para hacerse valer en la sociedad. Por tanto, el abuso sexual infantil y los malos tratos son un problema de la comunidad, son un problema colectivo.

¿Qué es el maltrato infantil?

El maltrato infantil se define como acción, omisión o trato negligente, no accidental, que priva al niño o niña de sus derechos y su bienestar, que amenaza y/o interfiere su ordenado desarrollo físico, psíquico o social, y cuyos autores pueden ser personas, instituciones o la propia sociedad.

Dentro del concepto “maltrato infantil” se establecen distintas categorías en función de diferentes variables:

  • 1. Maltrato físico. Cualquier acción no accidental por parte de cuidadores o padres que provoque daño físico o enfermedad en el niño o niña o le coloque en grave riesgo de padecerlo.
  • 2. Negligencia y abandono físico. Situación en las que las necesidades físicas básicas del/la menor (alimentación, vestido, higiene, protección y vigilancia en las situaciones potencialmente peligrosas, educación y/o cuidados de salud) no son atendidas temporal o permanentemente por ningún miembro del grupo que convive con el niño o niña.
  • 3. Maltrato y abandono emocional. Cualquier acción (rechazar, ignorar, aterrorizar, insultar, aislar, etc.) o inacción (privación de sentimientos de amor, afecto, seguridad, etc.) de un padre o madre o cuidador que tienda a agredir psicológicamente a un niño o niña.
  • 4. Abuso sexual. Se define como “…Contactos e interacciones entre un niño o niña y un adulto cuando el adulto (agresor) usa al niño o niña para estimularse sexualmente a él mismo, al niño o niña o a otra persona. El abuso sexual puede ser también cometido por una persona menor de 18 años cuando ésta es significativamente mayor que el niño o niña (víctima) o cuando el agresor está en una posición de poder o control sobre otro.” Definición aportada por National Center of Child Abuse and Neglect (1978).
  • 5. Maltrato perinatal. Definido como aquellas circunstancias de la vida de la madre, siempre que haya voluntariedad y negligencia, que perjudican el embarazo y al feto.
  • 6. Síndrome de Munchausen por poderes. Es un cuadro patológico en el que el padre o la madre (mayoritariamente son las madres) generan voluntariamente lesiones al niño o niña, para hacerle pasar constantemente por enfermo. Puede llegar hasta el extremo de darle muerte.
  • 7. Maltrato institucional. Cualquier legislación, programa o procedimiento, ya sea por acción o por omisión, procedente de los poderes públicos o privados y de la actuación de los profesionales al amparo de la institución, que vulnere los derechos básicos del menor. Se incluye la falta de agilidad en la adopción de medidas de protección o recursos.

Hay que destacar que los distintos tipos de maltrato que aquí nombramos suelen aparecer combinados unos con otros, es decir, no suelen aparecer aislados, excepto en el caso de la negligencia.

¿Qué es el abuso sexual infantil?

Dentro de la concepción de abuso sexual infantil (ver definición en tipos de maltrato infantil), destacamos las siguientes categorías:

  • Abuso sexual. Cualquier forma de contacto físico con o sin acceso carnal, con contacto y sin contacto físico realizado sin violencia o intimidación y sin consentimiento. Puede incluir: penetración vaginal, oral o anal, penetración digital, caricias o proposiciones verbales explícitas.
  • Agresión sexual. Cualquier forma de contacto físico con o sin acceso carnal con violencia o intimidación y sin consentimiento.
  • Exhibicionismo. Es una categoría de abuso sexual sin contacto físico.
  • Explotación sexual infantil. Una categoría de abuso sexual infantil en la que el abusador persigue un beneficio económico y que engloba la prostitución y la pornografía infantil (trata para la explotación sexual, turismo sexual, prostitución y pornografía infantil).

Es fundamental no concebir el abuso sexual como una cuestión únicamente concerniente a la sexualidad del individuo, sino también como un abuso de poder, muchas veces debido a la asimetría de edad entre abusador y víctima. El “poder” no siempre asoma por la diferencia de edad, sino también por otros factores. Una persona tiene poder sobre otra cuando le obliga a realizar algo que ésta no desea, sea cual sea el medio que utilice para ello: la amenaza, la fuerza física, el chantaje, la manipulación. La persona con poder está en una situación de superioridad sobre la víctima que le impide su libertad.

En el caso del abuso sexual entre iguales es una realidad a la que no debemos cerrar los ojos. En este caso, la coerción se produce por la existencia de amenazas o porque hay seducción, pero la diferencia de edad puede ser mínima o inexistente. Aún así, se consideraría abuso sexual.

¿Qué conductas se consideran abuso sexual infantil?

Comportamientos sexuales con contacto directo:

  • Tocar a un menor en sus genitales para obtener un placer sexual.
  • Hacer que el menor toque los genitales del abusador o mutuamente.
  • Introducir objetos o partes del cuerpo, como dedos, lengua o pene, en la vagina, boca o ano de un menor.
  • Relación coital, vaginal o anal completa.

Comportamientos sexuales sin contacto directo:

  • Mostrar material pornográfico a un menor.
  • Exhibir los genitales delante de un menor.
  • Pedir a un menor que interactúe sexualmente con otro.
  • Seducir a un menor a través de Internet para propósitos sexuales.
  • Fotografiar a un menor en posiciones sexuales.
  • Exponer al menor a ver actos sexuales de adultos.
  • Observar al menor desnudo.

¿Qué consecuencias puede tener el abuso sexual infantil?

Las consecuencias del abuso sexual infantil son muy variadas y pueden afectar a las diferentes esferas de la vida de la persona que lo sufre. Los niños y niñas que han sufrido abuso – según destaca el informe del Estado Mundial de la Infancia 2007– suelen sufrir daños físicos y psicológicos a corto y largo plazo, que afectan su capacidad de aprender y de relacionarse socialmente. Junto a los graves problemas en el ajuste sexual, destacan también trastornos disociativos de la personalidad que originan problemas sociales.

Es importante tener en cuenta que la gravedad de las secuelas depende de diferentes variables: la frecuencia y duración del abuso, el empleo de fuerza y amenazas, la intensidad del abuso, la relación entre la víctima y el agresor, la reacción de los familiares ante esta situación y las estrategias de afrontamiento del menor.

Respecto a la edad, los niños muy pequeños (etapa preescolar) debido a que cuentan con un repertorio limitado de recursos psicológicos, pueden mostrar estrategias de negación y disociación. En los niños un poco mayores (etapa escolar) son más frecuentes los sentimientos de culpa y vergüenza. En la adolescencia el abuso presenta una especial gravedad, ya que el adolescente toma conciencia real del abuso y son frecuentes conductas como huir de casa, abuso de alcohol y drogas, incluso el intento de suicidio y conductas delictivas. En función del género de las víctimas de abusos sexuales, la niñas tienden a presentar reacciones ansioso-depresivas y los niños fracaso escolar, dificultades de socialización y comportamientos sexuales agresivos (Sanmartín, 1999).

Los diferentes estudios realizados que han examinado las consecuencias a largo plazo del abuso sexual infantil (a pesar de que se señalan numerosas dificultades psicológicas, conductuales y sociales en la edad adulta, que varían desde la depresión y baja autoestima hasta el abuso de substancias y los trastornos de personalidad) no tenemos evidencia de la existencia de un grupo consistente de síntomas que se puedan considerar como un “síndrome post abuso”, y ciertamente no todas las víctimas de abuso infantil muestran un daño significativo posterior (Rind, Tromovich y Bauserman, 1998).

¿Con qué frecuencia ocurren los abusos sexuales a menores?

Hoy sabemos que el abuso sexual infantil es uno de los maltratos más difíciles de detectar y uno de los problemas más graves y silenciados de nuestro tiempo. Según estudios realizados, en España, 1 de cada 4 niñas y 1 de cada 6 niños podría ser víctima de abuso sexual antes de cumplir los 18 años. Reconocemos que en México el número podría ser aún mayor y alarmante; sin embargo, no contamos con estudios confiables sobreexactamente cuántos niños y niñas sufren de abuso sexual infantil.

Cabe recalcar que sólo 1 de cada 10 menores víctimas de abuso sexual infantil lo revela en el momento que ocurre y, en muchas ocasiones, aunque la familia conoce el hecho, no siempre sale a la luz. Esto nos muestra la gran dificultad a la hora de detectar las situaciones de abuso. De ahí la urgente necesidad de concienciar y sensibilizar a la población adulta y de dotar a los más pequeños de las herramientas y habilidades para defenderse de estos abusos, a través de programas de prevención como es esta guía didáctica basada en el cuento de Isabel Olid, “¡Estela, grita muy fuerte!”.

¿Quién puede ser víctima de abuso sexual infantil?

Cualquier niño o niña de cualquier edad y de cualquier clase social puede ser víctima de abuso sexual. No obstante, los niños y niñas con discapacidad son más vulnerables a sufrir cualquier tipo de abuso debido a sus circunstancias de mayor dependencia de otros adultos.

Según varios estudios, la franja de edad de los 8 a los 12 años, se ha considerado la de más riesgo y es en la que se producen la mayor parte de abusos sexuales.

¿Quién puede ser el agresor o agresora?

No existe un perfil que defina cómo es un abusador sexual. Lo que sabemos es que la mayoría de los abusadores sexuales son personas cercanas al menor y hombres de mediana edad, pero no debemos olvidar que se estima que un 13 ó 14 % son mujeres.

Según diferentes estudios se ha encontrado que entre el 20% de los agresores son otros menores, de hecho se ha visto que el 50% de los abusadores adultos cometieron su primer abuso antes de la mayoría de edad.

Es importante tener en cuenta, que el abusador sexual suele ser una persona que está integrada en la sociedad y es consciente del delito que está cometiendo o que ha cometido.

¿Cuáles son los indicadores del abuso sexual en un menor?

Detectar a un menor que ha sido o está siendo víctima de abuso es el primer gran paso y, hay que decir, que los abusos sexuales no son en general, fáciles de detectar. La sospecha o la detección se hace a menudo sobre la base de las características de comportamiento del niño, ya que, los indicadores físicos, se encuentran sólo en un 25% de los casos. (Pere Font, Curso Especialista Universitario de Abuso Sexual Infantil, 2009).

Indicadores físicos de abusos sexuales

  • Dificultad para caminar o sentarse.
  • Dolor, hinchazón o picazón en la zona genital.
  • Enfermedades transmitidas sexualmente.
  • Contusiones, laceraciones o sangramiento en los genitales externos, la vagina o área anal.
  • Embarazo no deseado, la paternidad del cual no queda muy clara.

En cuanto a los indicadores a nivel psicológico y conductual que puede mostrar un niño o niña víctima de abuso sexual citamos los siguientes

  • Juego sexual no apropiado para la edad.
  • Dibujos de naturaleza sexual.
  • Masturbación compulsiva.
  • Comportamiento seductivo manifiesto.
  • Comportamiento regresivo en niños pequeños (mojan la cama, se chupan el dedo, etc.).
  • Miedos repentinos o fobias (miedo a la oscuridad, a los hombres, etc.).
  • Fugas del hogar.
  • Conductas autodestructivas.
  • Desconfianza extrema.
  • Cambio inusual en el rendimiento escolar.
  • Cambios notorios en la personalidad (depresión, ira, hostilidad, agresión).
  • Abuso de drogas o alcohol.
  • Ideas e intentos suicidas.
  • Promiscuidad y/o prostitución.
  • Rechazo a la propia sexualidad y al sexo.

La presencia combinada de alguno de los siguientes aspectos, debería hacer sospechar, en buena medida, de un abuso sexual

  • Poco interés en participar en algunas actividades físicas, o resistencia a cambiarse de ropa.
  • Negación a mostrar su cuerpo en las duchas, etc.
  • Rechazo extraordinario a tratar temas con contenido sexual.
  • Afectaciones emocionales importantes.
  • Miedo a los padres o a volver a casa. Miedo a las vacaciones.
  • Miedo inusual a un examen médico.
  • Trastornos del sueño e inquietud inusual.
  • Actitud ausente, conducta anormalmente infantil.
  • Comportamiento y concepciones sexuales extrañas, sofisticadas o inhabituales (sexualización de la conducta).
  • Expresiones o comportamientos sexuales “adultos” en dibujos o juegos.
  • Conducta excesivamente seductora. Ostentación sexual.
  • Búsqueda constante de la protección de los adultos, incluso a través de la agresividad y el conflicto.

Cabe señalar que la mayoría de los indicadores presentados no son exclusivos de abuso sexual, ya que pueden deberse a otras circunstancias de la vida del menor. No deben considerarse de manera aislada, pero la aparición conjunta de varios indicadores y su aparición de forma repentina nos debe poner en alerta. (Pere Font, Curso Especialista Universitario de Abuso Sexual Infantil, 2009).

¿Cómo podemos prevenir los abusos sexuales a menores?

La prevención de los abusos sexuales y de los malos tratos es responsabilidad de la comunidad en su conjunto. Los profesionales de la salud, el trabajo social, de la seguridad y muy especialmente de la educación pueden desarrollar estrategias preventivas. Aunque padres y madres, como principales educadores de sus hijos, deben ser también los protagonistas en lo que a prevención se refiere.

Los programas preventivos de los abusos sexuales deben dirigirse a los niños y niñas, a los padres y madres y a todos los profesionales que tratan con niños, ya sea en el ámbito educativo, de la salud, etc.

Los programas dirigidos a niños y niñas tienen como objetivo dotarles de las herramientas y habilidades necesarias para evitar situaciones de maltrato infantil o abusos sexuales y que sean capaces de comunicarlo o de pedir ayuda y en casos de abusos que no se han podido evitar, que sean capaces de comunicarlo. Básicamente se pretende (Johnson, 1994):

  • Ayudar a los niños y niñas a identificar las señales de alarma.
  • Discriminar entre diversas conductas (etiquetadas como buenas, malas, confusas).
  • Potenciar su derecho a rechazar contactos no deseados.
  • Fomentar la búsqueda de ayuda a través de adultos de confianza.
  • Evitar el compromiso de guardar secretos.
  • Evitar los sentimientos de culpa si han sido víctimas de abusos.

Es importante señalar que en estos programas preventivos se ha de tener en cuenta que los niños y niñas, especialmente los adolescentes varones, también pueden ser agresores.

Como padres y madres es importante la creación de un ambiente en donde la comunicación y el respeto de los miembros de la familia sea la base. Será necesario afrontar la sexualidad con naturalidad, sin pudor, sin miedo, sin fingir y sin prisas; hablando de ella entre padres e hijos. La buena comunicación entre un padre y un hijo puede disminuir la vulnerabilidad del menor frente al abuso sexual y aumentar la posibilidad de que el menor tenga confianza para contarlo en caso de que esto ocurra. Debemos hablar sobre su propio cuerpo, sobre qué es el abuso y, cuando sea apropiado, de acuerdo a su edad, hablar de sexo con naturalidad. Es importante dar ejemplo con el cuidado de su cuerpo y enseñar a los niños cómo cuidar el suyo, fomentando la autoestima y el respeto hacia uno mismo y hacia los demás.

Para llevar a cabo la tarea de prevención, es aconsejable que madres y padres sean orientados por profesionales preparados que les ayuden a potenciar habilidades de protección y cuidado de sus hijos.

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